Lo que cuenta no es el hecho de transpirar como las plantas, ni el hecho de respirar como el ganado […], ni el hecho de ser movido como un títere por los instintos […] ya que todo lo anterior sólo se parece a la función de eliminar el residuo de los alimentos. ¿Qué es, entonces, lo que cuenta? ¿Aplaudir? No. Por lo tanto tampoco cuenta el aplauso de las lenguas, ya que la alabanza de las masas sólo es un ruidoso aplauso de las lenguas.