Al levantarse de la mesa, Messer Arthilao comenzó a meditar sobre la extraña y vergonzosa conducta de su amigo, a quien había amado y estimado muy por encima de cualquier otro hombre en el mundo, y en el día y la noche que se cernía, y planificó de qué manera, y con qué método, podría vengarse mejor de la gran ofensa que se había forjado contra su honor.
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