Alli se quitó la camisa, se sentó

Alli se quitó la camisa, se sentó en el borde del catre, y a las tres y cuarto de la tarde se disparó un tiro de pistola en el círculo de yodo que su médico personal le había pintado en el pecho. A esa hora, en Macondo, Úrsula, destapo la olla de leche en el fogón, extrañada de que se demorara tanto en hervir, y la encontró llena de gusanos.
-¡Han matado a Aureliano! -exclamó.

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García, G. (1967), Cien años de soledad, p. 288, Madrid: Cátedra, ISBN: 84-376-0494-X

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