-Bien, ella se lo pierde, no yo -respondió el cohete-. No voy a dejar de hablarle meramente porque no preste atención. Me gusta escucharme cuando hablo. Es uno de mis grandes placeres. A menudo sostengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una sola palabra de lo que me digo.
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