Cualquiera concederá sin dificultad que el temperamento, al igual que las dotes naturales que tienden a permitirse un movimiento libre e ilimitado (como ocurre con la imaginación y el ingenio) requieren disciplina en ciernto sentido. Pero que la necesite la misma razón, que es la que tiene que imponer su disciplina a las demás tendencias, puede parecer estraño.
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