El verdadero creyente tiende a verse a sí mismo como uno de los elegidos, la sal de la tierra, la luz del mundo, un príncipe disfrazado de humildad, que está destinado a heredar esta tierra y el reino de los cielos.
El que no tenga su fe es malvado; el que no le escuche perecerá.[Total:1 Promedio:5/5]