La sangre caía como cortinas rojas, pero

La sangre caía como cortinas rojas, pero uno podía videar que Billyboy no sentía nada, y avanzaba pesado como un oso hediondo y gordo, apuntándome con el nocho.

[Total:1    Promedio:5/5]
Burgess, A. (1962). La naranja mecánica. Barcelona: Ediciones Minotauro. ISBN:9788445077238

Deja un comentario

  Campo Obligatorio
Puedes utilizar estas etiquetas HTML en el comentario
<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>