Repentinamente hubo un estruendo seguido de un seductor susurro que reivindicaba la palabra imaginación e hizo que Frida volviera en sí. Veloz fue en busca de García Lorca para sentirse protegida. Y así, debajo de la mesa, aguardaron bajo el vendaval de los pasados inciertos; juntos y apretujaditos.
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