Se cree en las doctrinas sólo hasta el punto en que son afines a la manera habitual de actuar. Las doctrinas sirven para hacer callar a los adversarios y se entiende que han de defenderse en tanto que verdadero motor de cualquier conducta loable. No obstante, cualquiera que les recuerde (a los que creen) que esas máximas requieren una lista infinita de cosas que ellos nunca toman en consideración, será clasificado entre los del grupo impopular de aquellos que se creen mejores que el resto.
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