Si aceptamos la idea de que hablamos con el fin de influir en el otro para que se vuelva receptivo a nuestros propios afectos, comprenderemos la necesidad de esos pequeños flechazos.
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Si aceptamos la idea de que hablamos con el fin de influir en el otro para que se vuelva receptivo a nuestros propios afectos, comprenderemos la necesidad de esos pequeños flechazos.
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