Tanto el que convierte como el que es convertido necesitan la ferviente convicciónde que la fe que imponen o se ven obligados a adoptar es la única verdadera.
Sin esta convicción, el terrorista que hace proselitismo, siempre que no sea un depravado desde el principio, se sentirá un criminal y el converso coaccionado se verá a sí mismo como un cobarde que prostituye su alma para vivir.
De esta forma, la propaganda sirve más para justificarnos que para convencer a otros; y cuanta más razón tenemos para sentirnos culpables, más ferviente es nuestra propaganda.[Total:1 Promedio:5/5]