Quien tiene miedo tiene desgracia.

EL GRAN HERMANO TE VIGILA.

Duro oficio el del inquisidor; tiene que golpear a los más débiles, y cuando mayor es su debilidad.

Y es que, en efecto, la vida «pesa» siempre, porque consiste en un llevarse y soportarse y conducirse a sí misma. Sólo que nada embota como el hábito y de ordinario nos olvidamos de ese peso constanemente que arrastramos y somos; pero cuando una ocasión menos sólita se presenta, volvemos a sentir el gravamen.

Un ruiseñor preso en la red de un cazador
cantó con más dulzura que nunca,
como si la fugaz melodía
pudiera volar y apartar la red.

Lo principal es entender que el problema muchas veces nace de nuestra forma de ver el mundo externo como una fuente potencial generadora de sufrimiento, angustia, tensión, estrés… Cuando esto suceda podemos pensar que también puede serlo de armonía.

Si miras hacia atrás lo que tu vida ha sido, como lo hizo Ivan Illiych en la novel de Tolstoy, descubrirás que es muy raro que te lamentes o arrepientas por algo que has hecho. Es lo que no has hecho lo que te atormentará.

Uno puede renacer un poco, pero se vive de otro modo, porque una angustia mortal nos invade el alma.

Se padece una hora y se vive un siglo.

El estrés forma parte de la vida y de la capacidad de adaptación que tiene el ser humano ante los acontecimientos cotidianos.

Las ideologías nos separan. Los sueños y la angustía nos unen.

No tengo la más remota idea de por qué a muchos nos ocurre esto. Si sólo fuese algo relacionado con la inactividad y la desgana, seriamos muchos más los que durmiéramos de día. Supongo que realmente sí que es algo que de una forma u otra está en nuestra naturaleza, y quizás tengamos que hacernos a la idea de aprender a vivir con ello. No hace falta decirlo, pero aprender a vivir no significa aprender a morir.

Yo quiero tocar aquí, en mi casa. Subirme a mi estudio y componer… Y sentir esa cosa masoquista de la creación; ese sufrimiento y esa angustia que provoca la creación.