En un mundo de apariencias, lo que importa no es lo que se es, sino lo que se muestra, no son las consecuencias lejanas de nuestros actos, sino los resultados inmediatos y aparentes. Ésa es la razón mayor que explica la trivialización de la perversión: en todos los ámbitos, se consolida la tendencia a tratar al otro como un objeto del que uno se sirve mientras sea útil, y que se desecha cuando ya no interesa.
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Interesante pensamiento