Las nubes estaban aquella tarde más ribeteadas de rayos que nunca. Alrededor de sus toldos morados había un festón brillante, nacarado, en el que estaban hilvanados los rayos para dar sus visos de tormentosa a la nube.
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Las nubes estaban aquella tarde más ribeteadas de rayos que nunca. Alrededor de sus toldos morados había un festón brillante, nacarado, en el que estaban hilvanados los rayos para dar sus visos de tormentosa a la nube.
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