Pero advertí luego que, queriendo yo pensar,

Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego yo soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.

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Descartes, R. (1637), Cuarta parte, El discurso del Método, p. 33, (en la edición de 1657), París: Chez Theodore Girard

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