Personalmente estoy convencido de que el Estado ahorraría dinero en salud pública si reconociera el valor terapéutico de las artes, y en nuestro caso de la escritura terapéutica, promoviendo su investigación y uso tanto en psicoterapia como en medicina, trabajo social, terapia ocupacional, programas de inclusión social, etc., y en centros tan dispares como hospitales, colegios, penitenciarias y centro de acogida, entre otros.