Cuando le acaricio el pelo, ese pelo de un negro profundo, corto y espeso, ronronea, y un deslumbrante brillo juvenil se adueña de sus ojos, con la soñadora mirada que muestra en sus mejores momentos. Ese fugaz brillo amarillento parece despejar brumas, como unos faros antiniebla que, al encenderse, iluminan sus sombras más profundas.
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