Sí, es siempre la mujer perdida la que canta en la imaginación del hombre, la que al cabo de tantas pruebas, por él, debe ser también la mujer reencontrada. Y de partida es necesario que la mujer se reencuentre a sí misma, que aprenda a reconocerse a través de esos infiernos a que la condenan, sin el auxilio más problemático que el de la visión que el hombre, en general, tiene de ella.
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