Quizás nos sentiríamos más a gusto con el concepto de autoestima si supiéramos que no se trata, en absoluto, de una idea nueva y mucho menos frívola. Lejos de ser un producto […] de una egoísta «generación del yo», sus raíces se remontan mucho más allá […] del individualismo moderno […]; es una noción tan antigua y universal como la propia humanidad.