Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces. [..] Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol.

Al oeste, el sol era una gota de oro ardiente que se deslizaba con rapidez hacia el alféizar del mundo.

La mano oye también, Eduardo: la rigurosa soledad
           de este trazo que conduce de tu sombra a tu nombre,
           con la abulia del sol, con la mudez de los días.

Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.

El sol brilla para todos.

El Sol da luz a todas las cosas con sus propias reservas, y efectúa una copiosa distribución no sólo en el cielo y en el aire sino también sobre la tierra, y en lo más profundo del abismo.

Amarrado al tronco del castaño, encogido en un banquito de madera bajo el cobertizo de palmas, el enorme anciano descolorido por el sol y la lluvia hizo una vaga sonrisa de gratitud y se comió el pastel con los dedos masticando un salmo ininteligible.

Como sentado en un trono real, el Sol gobierna la familia de planetas que giran alrededor suyo.

Conocerás la naturaleza etérea y, también en el éter todas las señales y los efectos destructivos de la pura y clara antorcha del sol y de dónde se han engendrado.

Mi nombre y el tuyo, y el nombre verdadero del sol, o el de un manantial de agua, o el de un niño aún no nacido, todos son sílabas de la gran palabra que la luz de las estrellas pronuncia lentamente. No hay otro poder. Ni otro nombre.